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¿Qué sucede a largo plazo, cuando desde niños nos hacemos conscientes de nuestras emociones para entenderlas y gestionarlas mejor? Vanessa y Jerónimo lo hacen y comparten a diario con su ‘monstruo de colores’.

Jerónimo tiene seis años, le apasionan las manualidades y crear objetos nuevos con material reciclable; desde allí, siente que puede contribuir de manera positiva al planeta. Sus días trascurren entre el juego, los compañeros de colegio y las actividades en casa.

Como a cualquiera de nosotros, los desbordes emocionales pueden visitarlo en ocasiones. La frustración se hace presente ante un «no» o frente a un límite no deseado. Por eso, con Vanessa, su mamá, trabajan en la gestión de las emociones para identificarlas, entenderlas y aprender a manejarlas. Especialmente, las emociones básicas como alegría, enojo, miedo, tristeza y calma.

— Cálmate primero y cuenta hasta diez

— ¿Qué sientes?, ¿cómo te sientes?

— Respira y cuéntame

Estas son las preguntas que Vanessa le hace a Jerónimo para así orientar sus emociones en el momento clave a través de una conversación abierta, sin represión. «A veces lo veo sentado como en posición de meditar, empieza a respirar profundo y luego me dice: mamá, ya podemos conversar»

Vanessa tuvo una infancia tranquila, pero cuando supo que sería mamá vio, en retrospectiva que durante esa época algunas tensiones relacionadas con las emociones podrían haberse resuelto de manera diferente. Actualmente, como madre, aspira a que su hijo aprenda a atenderlas de forma asertiva.

«Ahora como adulta siento que eso influyó en mis comportamientos y en mis emociones. Quise cambiar esos patrones desde el momento en el que supe que esperaba a Jerónimo, busqué mucha literatura, consulté páginas enfocadas en bebés y en la crianza de los hijos. Algo tenía claro: no quería criar a Jero de la misma manera y empecé a buscar cómo darle la vuelta y hacer el cambio», dice.

En la habitación de Jerónimo descansan en un móvil cinco monstruos. Cada uno tiene un color diferente: el rojo para furia; el amarillo es alegría; el azul, la tristeza; el negro para cuando llega el miedo y el verde para la calma. El monstruo de colores es un cuento con el que se reconocen las emociones, se relacionan con sensaciones y tienen colores diferentes que ayudan a ordenarlas.

A este trabajo emocional, como centro de la crianza de Vanessa, se suma un ingrediente complejo: la creencia aún generalizada de que los hombres deben ser inquebrantables —mientras que las mujeres son frágiles— provocando desde muy temprano la represión de las emociones y ampliando la brecha de género en su gestión. Vanessa sabe que es fundamental formar nuevas masculinidades.

Jerónimo, aprende en casa lo que refuerza en Cosmo school, donde estudia: reconocer y llamar a las emociones por su nombre, conversar con respeto y practicar la escucha activa. En él crece la semilla de una persona capaz de relacionarse con otros, tomar mejores decisiones y vivir sus emociones asertivamente.

Recomendación para cuidar la salud emocional

Trabaja en ser consciente de cada emoción: observa qué te hace sentir triste, enojado o frustrado e intenta abordar o cambiar esas cosas. Además, expresa tus sentimientos y pon límites a otros cuando algo te produzca malestar. Ocultar nuestra tristeza o enojo aumenta el estrés y provoca fricciones con otros.

¿Cómo ayudas a que niños y niñas de tu entorno validen y gestionen sus emociones?

#HablemosdeSaludMental para que las futuras generaciones tengan mejor gestión de sus emociones.

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