El progreso es una forma de pensar

Jason siempre fue diferente. Desde que era un niño le apasionó la lectura, los idiomas y las matemáticas. Como era fan del anime, un día tomó la decisión de verlo en inglés, para hacer de este pasatiempo una posibilidad de aprender el idioma. Ese acto y la voluntad de estudiar, de forma independiente, hicieron que se convirtiera en tutor de idiomas virtual, un trabajo que realizó durante diez años.   

A los 32 empezó a sentir que algo le faltaba, quería crecer más y aprender nuevas cosas. Por esos días había descubierto la programación y empezó a aprender por su cuenta.  

Quería convertirse en programador, casi se trataba de un cambio de vida, pero sentía que tener más de 30 años, ser padre y esposo y vivir en zona rural donde no hay universidad, en principio, podría resultar una desventaja para lograrlo. Además, tenía que seguir trabajando como tutor de idiomas.  

«Muchos de los que viven en las zonas rurales piensan que la única forma de acceder a oportunidades de aprendizaje es desplazándose a la ciudad e iniciando allí una nueva vida», dice Jason, pero él tenía claro que su sueño era vivir en el campo, tener animales, una finca sostenible y regalarse cada día las postales de la ruralidad.   

Lejos de renunciar a uno u otro camino, decidió buscar cómo construir uno que le permitiera estudiar y seguir creciendo sin dejar su municipio. Entró a internet y empezó a rastrear dónde ofrecían cursos de programación, cuánto tiempo le tomaba y que pudiera hacerlo de forma remota. Finalmente, después de días de búsqueda, encontró un programa para estudiar tecnología en Desarrollo de software de manera virtual.   

«Uno a veces cree que ya se le acabó el tiempo para estudiar, para cambiar de carrera o actividad, sobre todo si vive lejos de la ciudad. Pero yo tenía las ganas y la disciplina para intentarlo, di ese paso, empecé a estudiar a distancia, en un programa sin costo y eso me cambió la vida», cuenta.  

Tras varios meses de estudio y cuando ya estaba listo para ejercer, encontró nuevas barreras. Le decían que no tenían ofertas para trabajar remoto; debía irse para la ciudad si quería estar en una gran empresa.    

Pero no se dio por vencido, rastreó durante meses opciones laborales viables para seguir en el campo y al lado de su familia, sabía que si seguía buscando encontraría alguna, más en tiempos donde el internet ha generado mayores posibilidades de conexión.    

Después de buscar insistentemente, encontró trabajo en una empresa de servicios financieros de Medellín y, desde su casa, se dedica al Desarrollo de software. Todos los días se conecta con sus compañeros de trabajo que viven en diferentes lugares de Colombia.   

Sus propósitos no paran. Después de la conquista de una nueva habilidad, sin abandonar el campo en el que eligió vivir, ahora estudia para obtener el título de ingeniero. Hoy, desde las montañas de Sonsón, sabe que algún día trabajará con una multinacional extranjera porque persigue este sueño.   

Para él, aunque no siempre contamos con las mismas oportunidades, sí tenemos múltiples capacidades para lograr lo que nos proponemos. Él podía acceder a internet, hablar y leer en inglés, y contaba con el apoyo de su familia; por eso, decidió aprovechar estas posibilidades.

Está convencido de que, si en los municipios fortalecieran la conectividad y las estrategias para que otras personas, como él, aprendan de forma virtual, muchos más podrían desafiar la distancia y sus barreras.