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La política se trata de poder, poder elegir y ser elegido. Una conquista democrática para las mujeres desde 1957. La historia de Daniela Maturana muestra que el hecho de ser elegida fue el primer paso para defender los derechos de una población que necesitaba de su voz.

"Así quedó el Concejo de Medellín», tituló un medio nacional en octubre de 2015, después de las elecciones locales. La nota estaba encabezada por un mosaico con fotos, de 21 concejales sonrientes ante la cámara. En él: 16 hombres y cinco mujeres y entre ellas, una mujer afrodescendiente con su cabello natural: Daniela Maturana.

Pero fue cuando llegó al Concejo que se enfrentó a un mundo desconocido. Fue elegida como presidenta del Concejo y reconoció la importancia de esto solo cuando vio las fotos de los presidentes anteriores: más de 60 hombres y solo otras dos mujeres en la historia. Ella, la única afrocolombiana, la única menor de 30 años. «Estaba en un lugar que seguramente hace 50 años, jamás alguien hubiera pensado que una mujer negra pudiera ocupar», dice.

Daniela llegó a esta corporación después de una campaña que para ella fue divertida y donde se sintió completamente rodeada. Aunque es una mujer negra, Daniela creció en una especie de «burbuja de privilegios», muchos por cuenta del reconocimiento de su papá.

«Fue como una familia, un parche y creíamos en lo que estábamos diciendo», relata de su campaña. En ese momento, sus propuestas giraban en torno al deporte, a las políticas deportivas y a la internacionalización de la ciudad. Temas de los que conocía y ya trabajaba.

No era consciente de que ya era, luego de la elección, la única mujer negra y que eso traía consigo responsabilidades … Como reza el adagio, basado en la espada de Damocles: «todo poder conlleva una gran responsabilidad» y Daniela estaba sintiendo cómo esa responsabilidad le llegaba de golpe.

Estaba lejos de sentir lo que muchas mujeres afro sentían en la ciudad: la dificultad para acceder a una vivienda o trabajo digno, a educación bilingüe o posgrados como ella.

Ahora veía lo que no había visto antes: era necesario que alguien hablara por esta población desde el Concejo de la segunda ciudad más importante de Colombia. Alguien que se veía como ellas, pero tenía todo por conocer de su realidad.

Decidió asumir las banderas que su cargo y el poder simbólico de su elección le estaban entregando. Daniela empezó a recorrer mucho más la ciudad, a escuchar más a las organizaciones y colectivos organizados que tenían esto mucho más claro y a aprender de diversidad, inclusión, género y realidades sexodiversas con las que no estaba relacionada y que se volvieron el foco de sus intervenciones y trabajo público.

Entre 2016 y 2019, Daniela impulsó varias políticas públicas para fomentar la igualdad de género en la ciudad, el deporte, la actividad física y la recreación, políticas culturales para el desarrollo de Medellín y contribuyó a la implementación del Distrito Duna iniciativa para promover el desarrollo sostenible, urbanístico e innovación en materia deportiva.

Esta nueva perspectiva enriquecía el debate público con sus experiencias. Su historia demuestra que la política puede ser un espacio inclusivo, que las representaciones no son gratuitas y que todas voces importan a la hora de construir una sociedad más justa y equitativa.

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Daniela MuturanaConcejo de MedellínAfrodescendientemujeresliderazgo femenino
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