Elkin Rúa quería ser un padre presente, pero no sabía cómo. Desde las primeras semanas de Josué, su hijo, aprendió a cuidarlo. En el camino encontró que incluso podía ser un padre lactante.
Cinco horas más que los hombres dedican las mujeres a las actividades de trabajo de hogar no remunerado. (DANE).
Elkin tiene 37 años y hace 13 trabaja para la Cooperativa Confiar como analista financiero. Junto a su esposa, una ingeniera electrónica, decidieron que querían ser papás. En julio de 2022 nació Josué, su hijo.
Desde siempre quiso ser un padre presente, acompañar todas las etapas de su hijo, incluso desde el embarazo.
No quería sentirse al margen de su crecimiento, pero tampoco tenía claro cómo debía acompañar.
Una semana después de nacer, Josué no paraba de llorar. Ni Elkin ni su esposa entendían el porqué, estaban inquietos. Fueron horas de angustia en las que nada lo calmaba. No necesitaba un pañal nuevo, no era el sueño, no tenía calor ni era el frío. El pecho de mamá tampoco apaciguaba el llanto. Angustiado, Elkin se puso en la tarea de investigar. Leyó desde las razones por las cuales un bebé llora, hasta las técnicas más efectivas para amamantar.
En ese momento no encontraron respuesta. Al cabo de algunas horas Josué concilió el sueño y, con él, sus padres. Pero la confusión seguía, el temor de que una noche así volviera a presentarse y ellos no supieran qué hacer, acechaba. Por eso, Elkin buscó en todas partes hasta que en la Cooperativa Confiar encontró un programa de acompañamiento para padres primerizos.
Decidió asistir con su esposa a cada una de las sesiones. Eso permitió aprender de alimentación saludable, técnicas para una lactancia armoniosa, banco de leche materno y manejo de emociones. En medio de esta formación, se enteró de algo que lo sorprendió: él podría convertirse en un padre lactante.
Biológicamente no puede producir leche, pero esto no es impedimento para acompañar la alimentación de su hijo, ni siquiera en una etapa en la que se cree que no es su turno, que debe darle espacio al binomio madre-hijo y esperar.
Para convertirse en lo que parecía imposible, tuvo que estar pendiente de ambos, de los horarios de alimentación, de que la mamá comiera bien, despertarse en la noche para alimentarlo con una jeringa y leche extraída. “Así Josué se alimenta bien, duerme más y mi esposa descansa mejor”, dice.
Cuidar a Josué y satisfacer sus necesidades de desarrollo, implica no solo responsabilidad y amor; cuidarlo requiere de sus papás un tiempo y energía que Elkin reconocía que no era labor exclusiva de la madre.
No por defecto tenía que estar ella al frente y hacerlo sola. Él tenía esa intuición, que finalmente se convirtió en certeza.
“Para mí, la paternidad debe resignificarse”, dice. El cuidado de un bebé no se trata de una labor femenina o masculina; un papá también cuida.
Su familia sabe que no solo tiene el deseo y la voluntad de hacerse cargo. Elkin se informó y preparó para saber qué hacer.
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