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David Escobar

Primero lo primero

La mayoría de los estudios confirman y sustentan el sentido común. Lo que comemos en ese periodo puede dar un impulso o atrasar el desarrollo neuronal, determinar para siempre nuestros logros laborales e intelectuales a futuro.

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A través del juego y el amor se puede construir a las personas del mañana." Solina Gallego Fernández. Creadora de la Fundación Carla Cristina y de la Fundación Ximena Rico

Nunca olvidaré mi kínder o guardería, como le decíamos antes a los preescolares. Tengo claras en mi corazón varias escenas de esos pocos pero cruciales años. Tengo tres vívidos recuerdos, el primero cuando estaba parado frente a la puerta de nuestra casa en Santa Teresita, a dos cuadras de la avenida Nutibara, listo con mi uniforme y mi lonchera con ganas de llegar pronto, la felicidad anticipada de ir a un lugar seguro, amable y divertido; mi cuerpo temblaba de alegría. El segundo es en medio del arenero, como ingeniero concentrado, queriendo que el día no acabara. El tercero, uno que me da duro porque me recuerda que podría haber sido un buen bailarín, se trata de una clase con música, estábamos cantando al unísono y bailando, sentía que mi cuerpo se movía solo... En esa época y en ese espacio no había reputación para arriesgar. A veces pienso que pocos momentos ha habido en mi vida en los que me haya sentido más seguro y más feliz como en La casa de su niño.

¿Qué tan determinantes son los lugares, personas y actividades de nuestros primeros cinco o seis años de vida? La mayoría de los estudios confirman y sustentan el sentido común. Lo que comemos en ese periodo puede dar un impulso o atrasar el desarrollo neuronal, determinar para siempre nuestros logros laborales e intelectuales a futuro. Tengo un amigo experto en ciencias de la nutrición que dice que la mayoría de los problemas de la primera infancia en Colombia se resolverían si cada niño y niña comieran un huevo al día durante sus primeros cinco años.

Los juegos y actividades que desarrollamos, por otro lado, definen nuestro desarrollo cognitivo y motriz. Anna Lucia Campos, creadora de la institución de investigación y educación en neuroaprendizaje Cerebrum, del Perú, explica que las actividades como movimientos, juegos, retos, entre otras, y las músicas a las que se expongan los bebés y los niños más pequeños pueden traducirse en años de avance y en ventajas inigualables.

Tita Maya, quien lideró la reflexión que tuvimos hace pocos años para los preescolares de Comfama y acompañó el nacimiento de Cosmo Schools, una inolvidable maestra y amiga, decía que, lo más importante en esos años, era que en el ambiente correcto aprendíamos a convivir y a disfrutar la vida. La primera infancia es, de lejos, el programa público con mayor impacto. Un peso invertido en ella le ahorra a la sociedad casi 20 veces en asistencia social en el futuro. Un buen comienzo es, en consecuencia, quizás la causa más importante para un país, desde lo ético, lo humano y también desde lo práctico.

Recordemos algo de historia. La inspiración surgida en la segunda mitad del siglo pasado en fundaciones y otras instituciones de nuestra región, reconocidas en esta revista, se convirtió, con el tiempo, en un movimiento social que fue acogido por la Alcaldía de Medellín y llevado en la década del 2000 a la política pública de Buen Comienzo. Los logros de este programa fueron valorados de forma positiva por locales y extranjeros, por padres de familia y por académicos. Ahora, lamentablemente, según los medios de comunicación y los informes de Medellín Cómo Vamos, parecemos haber perdido impulso y estar ante inmensos desafíos. Un programa local como este, que tuvo la potencia para ser la semilla del programa nacional De cero a siempre y poner a la primera infancia en el lugar correcto, debe conservar como principios fundamentales la transparencia, la calidad y la continuidad en un servicio que es esencial para las familias.

Pero esta revista no es para quejarnos sino para inspirarnos, animarnos, invitarnos y proponernos que nos unamos de nuevo, desde la sociedad civil, las familias y las comunidades, con empresas y fundaciones, alrededor de este propósito común. El buen comienzo no debería depender de ideologías ni verse jamás afectado por los cambios de gobierno. Celebremos a las fundaciones y empresas que se han comprometido con esta causa, abracemos a las profesoras, a los líderes y a las instituciones que han puesto a los niños y las niñas en el centro de la agenda social y pública. Pensemos en los niños, en las niñas, en lo que quieren, en lo que sueñan, en lo que urgentemente necesitan.

Exijamos a nuestros gobernantes que cumplan con sus deberes frente a quienes no los pueden defender directamente. Pidamos a los candidatos a la Alcaldía que suscriban un pacto por la primera infancia, que comprometan recursos y propongan una institucionalidad que trascienda las administraciones, que construya sobre lo construido y se apoye en el capital social de Antioquia para soñar una región con el 100 % de las niñas y los niños con acceso a la mejor atención en estos primeros años de su vida. Creemos una plataforma en la que todos, no solo el Estado, trabajemos y aportemos para que nuestra infancia no tenga absolutamente ninguna carencia alimentaria ni educativa. «Que no les falte juego y amor», como decía doña Solina Gallego, una de las pioneras e impulsora de la Fundación Carla Cristina, una de muchas instituciones que nacieron con este mismo fin cuando los gobernantes ni siquiera habían prestado atención suficiente al asunto.

Pongamos todo nuestro amor en este propósito, ese amor fundamental para la educación del que hablaba Montaigne, acompañado con recursos y acciones decididas para que, en unos años, podamos decir que ya pasó esta noche oscura y que la sobrepasamos gracias a que fuimos capaces de trabajar y caminar unidos los sectores público, privado, académico y comunitario, como lo hemos hecho en el pasado ante nuestros más grandes retos.

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EditorialDavid Escobar ArangoPrimera infanciaclase mediaMayo 2023
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