«¿Y no tendrá sentido, y nada significan, los mínimos destellos de las láminas junto al sabor a luz del chocolate cuando soplaba duro el cuarto grado?» Eliseo Diego, Álbum para pegar láminas (fragmento)
«Me sueño con construir cientos de colegios y bibliotecas por toda Colombia», le conté a mi profesor de liderazgo de la maestría. «¿Y por qué tienen que ser tantos?», preguntó. «¿Qué pasaría si fuera uno, «a little rural school», una pequeña escuela rural, y nada más?», agregó. Me quedé mudo, paralizado, pillado in fraganti, fuera de base. «Como yo lo veo, tanto uno como mil tienen igual importancia ética. Si construyes un buen colegio o una linda biblioteca, habrás cumplido tu labor en esta Tierra». «Pero mi país necesita mucho más», argumenté. Miró por la ventana y respondió: «Puede ser que, al final de tu carrera, termines haciendo muchas cosas, pero primero debes comprender la importancia de lo pequeño, su belleza, su valor intrínseco. Así, cada cosa que hagas surgirá de tu convicción moral y no como resultado de la vanidad». Nunca olvidaré ese momento, sentado en la pequeña oficina de aquel gran profesor.
Con él comprendí que nadie en su sano juicio debe hacer cosas grandes solo por su dimensión o siguiendo al ego. Se trata, más bien, de caminar los años condimentándolos con constelaciones de pequeños actos, plenos de sentido, mientras observamos cómo se van amontonando, formando así la obra de arte que es una buena vida humana. Los demás, ajenos a las intenciones y al proceso, verán el resultado y juzgarán desde allí, pero nosotros sabremos que lo que de verdad vale la pena, incluso si es de gran envergadura, alguna vez fue diminuto en nuestras manos e invisible en nuestra mente.
Vivimos en una época que premia los fines sobre los medios. Como resultado, nos gustan las cosas suntuosas, opulentas, ostentosas. Adoramos lo grande y majestuoso. Parecemos elegir el derroche porque tenemos más vida exterior que vida interior. Clasificamos a la gente por su valor económico y no por sus buenas maneras, su coraje moral o su belleza espiritual. Perdemos de vista, con frecuencia, el valor de lo esencial, lo invisible, lo simple y lo pequeño.
Por eso hacemos esta revista justo en esta época del año, en la que somos susceptibles de preferir lo grandioso sobre lo simple y lo material sobre lo espiritual. Pretendemos que estos antivalores no nos cojan ventaja y, además, motivar una conversación sobre lo pequeño que es, al mismo tiempo, valioso, hermoso, necesario y placentero. Elegimos acompañar la temporada navideña con historias sobre asuntos aparentemente insignificantes, tanto materiales como inmateriales, que, al final, son la esencia de nuestra experiencia humana.
Queremos promover conversaciones, como siempre, sobre asuntos de los que normalmente hablamos poco en familias, empresas y lugares públicos. En Comfama, una organización de salud y educación, estamos convencidos de que los pequeños detalles iluminan nuestra vida y definen nuestra senda hacia adelante. Creemos que los rituales más sencillos y los placeres cotidianos son el único hogar para el alma cansada. En esta edición hacemos un canto a lo pequeño que termina siendo inmenso al llegar al corazón del otro, como ofrecer una sopa caliente, abrazar a los seres queridos o prender una vela para agradecer por el fin de la jornada.
La reflexión aplica para diferentes ámbitos. En lo personal, para empezar, si queremos ser nuestra mejor versión, debemos enfocarnos primero en las pequeñas victorias interiores, ellas superan cualquier éxito en el mundo de lo práctico; aprender una palabra nueva, un saber artesanal, una cierta manera de respirar o conseguir guardar silencio cuando quisiéramos gritar.
En lo familiar y comunitario tenemos miles de oportunidades de realzar a lo pequeño, que en realidad es fundamental. Demos, por ejemplo, en esta Navidad, regalos que signifiquen mucho más de lo que pesan e infinitamente más de lo que cuestan. Elijamos la carta manuscrita, la plantita, el libro subrayado o la artesanía hija de nuestras manos inexpertas. Privilegiemos las palabras simples y los gestos de amabilidad, como un «gracias» sincero, una mirada empática o un «¿cómo estás?» oportuno. En lo comunitario, quizá baste con regar el jardín del vecino o mantener la música a un volumen prudente, pequeños actos que respetan y enriquecen nuestra convivencia.
En las empresas, el énfasis en lo pequeño y significativo nos hará grandes. Crear rituales de reconocimiento para celebrar la bondad, la confianza, la alegría. Permitir la construcción de una comunidad de afecto en los espacios de trabajo, donde las cosas pequeñas estén convidadas: la sonrisa generosa, el humor inofensivo, el café sin afanes… Los líderes, también, podemos ensanchar el alma de las personas mediante pequeños actos de reconocimiento. La gratitud oportuna y sincera puede tener un impacto enorme en la moral y la motivación de los equipos.
Para la vida en sociedad, finalmente, en la que hablamos siempre de manera grandilocuente sobre política, economía y cultura, no debemos perder de vista que, en una asociación campesina, una organización comunitaria, un club de lectura o una minga pueden estarse tejiendo, en cualquier rincón del país, las mejores historias del futuro. Los pequeños proyectos comunitarios generan un gran impacto en la cohesión social y el bienestar común, como limpiar un parque, organizar eventos barriales o simplemente ayudar a un vecino. Esas personas, practicando pequeños actos de cooperación y cordialidad, mantienen el universo en equilibrio.
Ojalá, al leer esta revista, ocurran conversaciones sobre lo invisible, lo pequeño y lo diminuto como asuntos esenciales. Queremos que los antioqueños aprendamos algún día que los más pequeños actos no son para nada insignificantes porque sobre ellos construimos relaciones sólidas, comunidades fuertes y empresas exitosas. Una sociedad que desea ser grande tiene que aprender a celebrar lo minúsculo, a honrar los milagros cotidianos y a gozar, como termina el poema que encabeza este texto, con cada una de «las diminutas dichas».
Los pequeños proyectos comunitarios generan un gran impacto en la cohesión social y el bienestar común,
como limpiar un parque, organizar eventos barriales o simplemente ayudar a un vecino.
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diciembre 2024La magia de lo minúsculoeditorialSuscríbete a nuestro boletín y mantente actualizado.
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