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David Escobar

¿Inteligencia aumentada?

«El miedo no previene la muerte, previene la vida». Naguib Mahfouz

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«El miedo no previene la muerte, previene la vida». Naguib Mahfouz

Hace muchos, muchos años —o no tantos— había una tecnología que se llamaba «Larga distancia». Unas empresas permitían que la gente pudiera llamar a otra ciudad o país desde un teléfono fijo. ¿Alguien sabe ahora qué es un teléfono fijo? Se cobraba por minutos… colgábamos rápido para que no saliera muy caro.

Lo recuerdo porque yo trabajé en una empresa de «Larga distancia». Una institución hermosa, con una marca potente, un gran líder y un equipo joven y capaz, como pocos se han visto. Pero esa empresa no existe más, fue fusionada y la resultante fue comprada… y la compradora ahora se fusiona con otra. Podría decir que mi antigua empresa es como la tatarabuela de una que hereda algunas cosas, pero ya no presta casi servicios de «Larga distancia», porque esa tecnología fue reemplazada, una vez tras otra, por unas mejores.

Contar esto es como decir que fui ascensorista, telegrafista, pulpero o arriero. Menos de 20 años han pasado pero el cambio tecnológico y cultural hacen ver la época de las llamadas de voz, y ni hablemos de los teléfonos fijos, como lejanas reliquias. Ya casi no llamamos a nadie y se considera mala educación hacerlo sin pedir permiso por chat. Las pocas llamadas que ocurren suceden sobre internet, desde un celular. El mundo de las telecomunicaciones cambió para siempre, no hay reversa, y ha sido positivo para el bien común.

En esa época se preveían los cambios y, como en todos los casos, hubo quienes se asustaron y huyeron; unos se prepararon y adaptaron, otros ignoraron la realidad y escondieron la cabeza como el avestruz. «Debemos promover y defender la Larga distancia», oí decir, más de una vez. ¿Pero cuál creen que era la postura más sensata? ¿Aquellos que defendieron el pasado, criticando lo emergente o ignorándolo, le prestaron un buen servicio a la organización y la sociedad? Los verdaderos triunfadores de esta historia fueron los que vieron llegar el nuevo mundo, diseñaron el futuro, lo crearon.

Ahora estamos frente a un cisma mucho más profundo. En esa época se trataba de comunicarnos por otro medio. Ahora hablamos de pensar, trabajar y vivir diferente. Delegar muchas de nuestras tareas y retos diarios en aplicaciones como ChatGPT, en agentes y muchos otros desarrollos sobre la inteligencia artificial. Gran parte del mundo coincide en que este suceso cambiará la faz del planeta. Esta nueva revolución impactará casi todas las esferas de nuestra vida, mucho más que la imprenta, el automóvil, la electricidad, la informática o el internet. Habrá servicios de salud basados en IA, surgirá un nuevo modelo educativo, las empresas podrán automatizar miles de tareas, las ciudades funcionarán administradas por agentes de IA*, para citar solo algunos ejemplos. Atrás quedarán los buscadores, el Excel, millones de puestos de trabajo y muchísimas empresas. Surgirán otros, ya sabemos que la historia se repite.

En Comfama hacemos esta Revista para invitar a empresas y familias a sacar el máximo provecho a este cambio tecnológico. La inteligencia artificial llegó para revolcar los sistemas de salud, la ciencia, el periodismo, la educación y el trabajo en casi todas las industrias. La vida diaria, además, cambiará tanto o más que cuando llegaron los electrodomésticos, el computador o el celular.

Algunos temen que la IA reemplace o, peor, acabe con la especie humana. Van a la ciencia ficción y piensan en escenarios como The Matrix o Terminator. Nosotros, en Comfama, vemos poco probable ese escenario y, en todo caso, que ello estaría por fuera de nuestro círculo de influencia.

En consecuencia, de manera muy práctica, y coherentes con nuestra postura posibilista —aquella que mira al futuro—, no nos concentramos en los escenarios distópicos sino en las responsabilidades y las posibilidades. Queremos promover la cercanía, el estudio, el aprovechamiento de la inteligencia artificial. Ante los cambios tecnológicos, sugerimos que en vez de miedo hay que tener curiosidad, en lugar de rabia hay que sembrar optimismo.

En su libro Los innovadores, sobre la historia de los computadores y el internet, Walter Isaacson señala que los avances tecnológicos, hasta ahora, siempre han mejorado o complementado a la humanidad, en vez de reemplazarla. La humanidad es adaptativa, creativa y colaborativa. ¿Por qué habría de ser distinto en este momento? ¿Será que hablamos de otra IA, la inteligencia aumentada?

A las personas y a las empresas colombianas no nos queda sino adaptarnos. Aprovechar lo que no podemos cambiar. Toca surfear con curiosidad y dignidad esta etapa crucial. Tanto empresas como personas nos tenemos que poner las pilas. «Solo habrá dos tipos de empresas, las que se adapten y las que desaparezcan», dicen los expertos. Para las familias y las personas, de otro lado, solamente tenemos un consejo: ya que el trabajo y la vida serán con y desde la IA, más nos vale zambullirnos de cabeza y nadar sin miedo en este nuevo escenario: leer, estudiar, bajar las apps que más nos sirvan, lanzarnos al agua.

Terminemos esta reflexión, que hice con la ayuda de Claude, una IA creada por Anthropic, con una mirada alternativa y complementaria. Quizás la primera cosa que debamos cuestionar en estos tiempos es qué significa aquello de la inteligencia… Por radical que sea esta transformación no podemos olvidar lo esencial. Recordemos, como nos enseñó Jane Goodall, en su visita a Medellín el año pasado, que «el homo sapiens ha demostrado tener un intelecto superior»... y luego dijo: «¿Pero se puede llamar inteligente a una especie que está destruyendo su hábitat y el de los demás seres vivos de la Tierra?». Al final, más allá de la coyuntura, la IA no lo resolverá todo. Solo nosotros nos podemos sacar de los problemas que hemos creado.

Celebremos que ChatGPT y similares nos ayudarán a recuperar el valor de la buena conversación y el poder de las buenas preguntas. Resaltemos que, en cualquier caso, nos corresponde cultivar —solo así cosecharemos— aquellas características que nos hacen realmente humanos: el humanismo, la creatividad, la compasión, la sensibilidad, la estética, la bondad y el carácter. Esa, la verdadera inteligencia, o inteligencias, como dirían algunos, vale toda la pena del mundo.

* Un agente de inteligencia artificial (IA) es un sistema diseñado para percibir su entorno, procesar información y tomar decisiones o realizar acciones de manera autónoma o asistida, con base en algoritmos y datos.

La humanidad es adaptativa, creativa y colaborativa.

¿Por qué habría de ser distinto en este momento? ¿Será que hablamos de otra IA, la inteligencia aumentada?

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