> La democracia no es una meta que se pueda alcanzar para dedicarse después a otros objetivos; es una condición que sólo se puede mantener si todo ciudadano la defiende». Rigoberta Menchú
El barrio en el que vivía no tenía parques ni grandes ni pequeños. No había dónde trotar ni hacer picnic ni cómo sentarse a leer en una banca. Los andenes eran pocos y estrechos. Las viejas casas habían dado paso a edificios de apartamentos y las tiendas de barrio a centros comerciales. Todo el mundo estaba siempre metido en una caja de cemento y adobes, o de metal y plástico.
Un día, por allá a mediados de los años 90, siendo representante estudiantil de la Universidad Eafit, nos invitaron a una reunión de la Alcaldía. Nos preparamos, hicimos reuniones y armamos un documento con ideas. Pedíamos conciertos, teatros, parques, andenes, becas para educación superior, nada más, nada menos. Arrancamos entusiastas para la reunión y salimos desanimados. Nadie nos paró bolas, la gente de la Alcaldía explicó un proceso burocrático infinito y nos fuimos para la casa cabizbajos. Seguimos yendo cada año a la misma reunión, cambiaban los alcaldes, pero los problemas eran los mismos. No pasaba nada, casi nada, nos quejábamos.
Eran los años del proceso 8000, una época de marchas estudiantiles y cartas con miles de firmas; pedíamos la renuncia del Presidente, estudiábamos la Constitución, exigíamos cambios abstractos para un país en guerra. Nada pasaba, pensábamos, nadie nos prestaba atención a pesar de las noches redactando textos en conjunto con los representantes de otras universidades y de los tenis gastados de tanto marchar. Hacíamos tertulias llenas de discursos largos y entusiastas, pero no veíamos cómo lograr algún avance.
En una de esas tertulias, algunos años después, invitamos a Memo Ángel, el profesor de la UPB; estábamos pensando en participar de las elecciones, pero teníamos miedo, rayábamos la veintena de años, pelaitos sin mucho conocimiento. Él nos dijo, no lo olvidaré nunca, que nos atreviéramos, sobre todo en lo local, que uno nunca podía perder su barrio ni dejar de trabajar por él. Esa noche decidí finalmente lanzarme a la Junta Administradora Local (JAL), «el primer escalón de la democracia»
Gané, ganamos. Las mismas reuniones, ahora como edil, comenzaron a ocurrir. Insistí con los parques, las becas y la cultura. Concreté un poco las ideas. Le «echamos el ojo» a un lote cerca de una gran avenida con quebrada incluida. En alguna reunión, el secretario de Tránsito nos explicó que allí estaba planeado un inmenso intercambio vial, un pulpo de puentes y vías. ¡Qué desilusión! En mi imaginación veía esos árboles caer y la quebrada bajo el asfalto; mientras nosotros seguíamos viendo un parque con zonas verdes, andenes y bancas.
La idea la tuvieron también otros, una vez en la prensa barrial apareció el proyecto, ya con más forma. No éramos unos jóvenes solitarios; comenzó a forjarse una coalición. Un concejal nos puso atención y habló del proyecto en Planeación, no parecía tan imposible. Pero, a los tres años cumplidos como edil, hice un informe con mi equipo: todo eran reuniones, documentos y peticiones. Sentí que no había hecho nada, había perdido horas infinitas de trabajo voluntario. Pedir y no ser escuchado, proponer y no tener eco; arar en el mar, como dijo Bolívar.
Fue tanta nuestra insistencia con el proyecto, y la de muchos otros, que un candidato a la Alcaldía se encarretó con él 10 años después de haberlo soñado por primera vez y lo puso en sus promesas de gobierno. Algunos del grupo le ayudamos. El hombre ganó, no podíamos creer la emoción. Nos vio potencial, todos menores de 30 y nos invitó a trabajar con él.
Veintiocho años después de la primera reunión «irrelevante» mi barrio tiene parque, tiene andenes, la gente camina más, el transporte público ha avanzado, hay más árboles en las calles y los turistas pululan. Hay problemas nuevos y otros viejos que persisten, desde luego. A un expresidente de Colombia le oí decir que en los asuntos públicos casi nadie recuerda el pasado ni señala los progresos. Pero yo sí lo recuerdo, sé que ayudé a que mi barrio tuviera parque. Sé también que no lo hice yo solo, que fuimos muchos, que nadie sabe quién finalmente lo hizo posible. ¿Fueron las ideas de los pelaos que eligieron lo barrial antes que lo nacional?, ¿un concejal capaz de escuchar? ¿o un buen alcalde con visión? ¡esto fue crucial ¿o los secretarios que compraron el lote, los diseñadores u obreros?
Mi hipótesis es que el parque de mi barrio, La Presidenta, existe gracias a la democracia, lenta pero certera, compleja pero necesaria, lo logramos los ciudadanos trabajando juntos, soñando unidos, proponiendo, participando, votando, sirviendo a lo público.
Por historias parecidas hacemos esta Revista Comfama. Se acercan las elecciones locales y regionales. Los desafíos de Antioquia, de sus 125 municipios y los de nuestra amada Medellín, son inmensos y algunas veces parecen insolubles, la historia de un parque se ve pequeña a su lado. Estamos polarizados, con los ánimos crispados. Pero en Comfama pensamos que los problemas de la polarización se resuelven con pluralismo y los desafíos de las democracias se resuelven con más democracia.
Queremos contar estas historias para invitar a votar, a hacerlo consciente y masivamente, y que esto solo sea el comienzo, que recordemos que en las crisis se ve de qué están hechas las sociedades. Ahora es cuando más ideas tenemos que poner sobre la mesa, más reuniones y documentos, más comunidad y más acción colectiva. Recordemos que estamos en la era de las redes, de la participación y de las veedurías ciudadanas.
En lugar de escuchar las voces que nos decían hace unos años que no se debe hablar de política, los invitamos a hablar mucho de ella: en la mesa del comedor, en la sala de reuniones, en el parque, en la oficina, en la empresa y en todos los espacios en los que nos encontremos. Tenemos frente a nosotros unas elecciones locales muy importantes (me resisto a decir históricas). Debemos elegir bien y, sobre todo, debemos elegir ser ciudadanos de tiempo completo, no solo electores. La democracia no está garantizada, la tenemos que construir cada día, como dice KofiAnan: «extremadamente juntos».
#VotarEsCuidar
La democracia no está garantizada, la tenemos que construir.
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