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David Escobar

Después de elecciones

¿Qué haremos entonces el día después de las elecciones? En Comfama nos la jugamos y jugaremos siempre por la esperanza invencible de las mayorías.

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«Es muy fácil elogiar la democracia, pero es muy difícil aceptarla en el fondo, porque la democracia es aceptación de la angustia de tener que decidir por sí mismo».

ESTANISLAO ZULETA 

«Es muy fácil elogiar la democracia, pero es muy difícil aceptarla en el fondo, porque la democracia es aceptación de la angustia de tener que decidir por sí mismo». ESTANISLAO ZULETA

Estábamos almorzando en un restaurante, en familia. Pollo frito y papas, recuerdo; uno de esos placeres que nos dábamos muy de vez en cuando. Era una tarde alegre, luego de una mañana emocionante. Nos habíamos despertado temprano para acompañar a los papás a votar. Era la época de las papeletas y los dedos pintados; en la calle se sentía el aire festivo, los carros decorados, gente en los semáforos entregando publicidad. Era todo un paseo, a los niños nos dejaban entrar al puesto, yo con el papá y mi hermano con la mamá. Tenía claro mi voto aunque estaba lejos de cumplir 18 años. Mi papá y yo habíamos decidido votar por Galán y mi mamá por otro candidato, mi hermano estaba dudoso. En la mesa, mi papá votó y le tiñeron el dedo de rojo. Luego pidió que me lo tiñeran a mí, lo que pareció divertir al jurado que me ayudó a meter el índice en el frasquito.  

Quizás por eso, mientras comía, no le paraba bolas al plato ni a las papas fritas ni siquiera a mi preferida: la ensalada de repollo. Solo me miraba el dedo… ¿cuándo será que puedo votar?, pensaba. Si jugando había sido emocionante, ¿cómo sería en serio? Diez años parecían una eternidad. Ese día terminó triste pero esperanzador. Galán no ganó, jamás lo lograría. «Le fue muy bien, llegó muy lejos, creo que será presidente», dijo mi papá sonriendo, y me dio un beso en la mejilla antes de cubrirme con la cobija.  

Desde entonces, he vivido muchísimas elecciones. Cuando finalmente pude votar, mi padre ya había sido asesinado. No alcanzamos a discutir un voto real, me hubiera gustado. Habríamos estado de acuerdo algunas veces, pienso ahora. En desacuerdo muchas otras, tiendo a imaginar. Nos habríamos respetado siempre, de eso sí estoy seguro. El respeto y la tolerancia son dos de sus mejores herencias. 

Antes de los 30 fui tranquilo a votar y me despreocupé. Pero, con el tiempo, me di cuenta de que la democracia es mucho más que un voto. Luego se puso más duro, me hice más consciente de mi responsabilidad. Durante los años que estuve cerca de la política aprendí, con dolor, la famosa frase de Borges sobre la dignidad de la derrota una «que la victoria jamás conocerá». Sufrí mucho, lo reconozco, en esa época pensaba errada e ingenuamente que solo de la mano de cierto grupo o mediante unas ideas particulares podría estar el anhelado cambio social.  

Sin embargo, una cosa es ganar o perder y otra distinta lo que estamos viviendo ahora. Casi en cualquier espacio se siente la tensión, la anticipación de la tragedia, imaginaria o no. Si gana este, habrá violencia, dicen algunos. Si, por el contrario, gana aquel otro, el país se empobrecerá, afirman otros. A la angustia que mencionaba Estanislao, la de tener que escoger libremente, se suman la incertidumbre sobre el futuro y las dudas de si los resultados serán o no respetados por todos.  

Hacemos esta revista para promover conversaciones que puedan cualificar nuestra decisión más importante en muchos años, por quién y por qué vamos a votar. Proponemos, además, un ejercicio de respeto por las ideas y las decisiones de los demás. «La democracia es humilde», decía también Zuleta. Debemos reconocer que nuestras ideas y tendencias políticas no son las únicas legítimas. Un mismo problema puede tener varias soluciones, como lo explicaba uno de mis más queridos maestros. 

¿Qué haremos entonces el día después de las elecciones? En Comfama nos la jugamos y jugaremos siempre por la esperanza invencible de las mayorías. Además, como institucionalistas que somos, y con la claridad de que trabajamos para la gente y su futuro, reiteramos nuestros llamados a cuidar la democracia y sus instituciones, a votar reflexivamente y a seguir construyendo país, sea cual sea el resultado.

Por eso, en nuestra campaña #ParaElegir hemos invitado no solo a la reflexión, al voto consciente, sino a que miremos más allá de ese día en que se elegirá el presidente de nuestro país. En ese momento todos seremos colombianos sin importar nuestra preferencia electoral; estaremos frente a los mismos desafíos, las mismas causas, los mismos sueños y deberemos asumir nuestro rol de ciudadanos activos desde el espacio que cada uno ocupa.  

El día después de las elecciones, nuestros colegas, vecinos y familiares seguirán mereciendo no solo respeto sino cariño. No podemos permitir que la política, creada para mantenernos unidos y lograr acuerdos mínimos entre grupos que piensan diferente, rompa las familias y las amistades. Hay algo más importante que las ideas políticas, la convivencia que se construye desde el hogar, con la tribu en el trabajo, los amigos, y desde nuestra comunidad.  

En Comfama proponemos vivir en paz la fiesta democrática, invitamos a acoger las emociones como parte natural del proceso, a ejercer nuestras responsabilidades democráticas y a mantenernos unidos en la diferencia para comprender que a Colombia la construimos todos, que nuestro país es como una artesanía creada en sincronía por millones de manos, desde el trabajo, la escuela, la ciudad o el campo, de día y de noche. Luego de la fiesta y más allá de la angustia, estaremos todos compartiendo una misión: seguir avanzando.

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