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A veces, el camino hacia una nueva mentalidad se pavimenta con acciones en lugar de pensamientos. Así fue para Andrea Botero, cuyo objetivo inicial de apoyar a una familia de agricultores local floreció en una profunda conciencia de su rol frente a la custodia planetaria.

Todo comenzó con un servicio de suscripción que ofrecía la entrega a domicilio de vegetales frescos cosechados de una granja familiar en el municipio de Carmen de Viboral. El pago hacía más que solo cubrir el costo de los productos: aseguraba que las cosechas de los agricultores fueran rentables.

La primera señal de cambio llegó con la entrega inicial: verduras en una bolsa de tela que Andrea tenía que lavar para reutilizar. Contenía rastros de tierra, hojas e incluso insectos. Era evidente que eran productos orgánicos, muy distintos a los envueltos en plástico provenientes de grandes procesos industrializados que, en busca de la máxima renatbilidad no incluyen prácticas sostenibles con el medio ambiente.

Luego vino la deliciosa sorpresa de recetas personalizadas y consejos de la familia de agricultores a través de WhatsApp. Cada mercado mensual traía nuevos productos para explorar, desde rábanos hasta habas y diversas lechugas.

Con el paso de los meses, Andrea se volvió hábil en saber qué producto estaba de cosecha en cada temporada; también aprendió a utilizar cada parte del vegetal, desde las cáscaras hasta los tallos, para hacer caldos nutritivos.

Hubo pérdidas en el camino: se le pudrieron algunos productos, se sintió muy mal por eso, pero luego se dio cuenta de que esa misma sensación de tristeza la impulsó a dominar el arte de la conservación, mediante los encurtidos, extendiendo así la vida de los alimentos.

Estos cambios en el estilo de vida despertaron una nueva conciencia sobre el origen de su comida. Se acabaron los días en que los comestibles aparecían como por arte de magia en el refrigerador o viajaban grandes distancias en avión o barco, mientras estos medios de transporte quemaban combustibles fósiles. Esta conciencia se filtró en otras elecciones diarias, desde la ropa hasta los productos de limpieza, fomentando una preferencia por lo local.

Andrea no empezó queriendo combatir al cambio climático, su interés era ser parte de una comunidad de soporte a la agricultura, pero al actuar de forma diferente terminó haciéndolo. Si todos generamos la crisis climática del planeta, también todos, con actos cotidianos, podemos mitigarla.

Nuestras pequeñas acciones sí cuentan, a la hora de #SanarElPlaneta

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