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Carlos Osorio ha trabajado la tierra durante 60 años en el Carmen de Viboral. Su trabajo no ha sido lineal, los altibajos han estado marcados por su salud y cuando la enfermedad llegó, le dio un vuelco a su vida y a su entorno natural.

Apenas tenía 40 años y yo no tenía vida. Fue en 1993 cuando los dolores de cabeza no me dejaban en paz, hoy a eso le llaman migraña. Tenía mareos todo el tiempo, náuseas, veía borroso. Estuve cinco meses muy enfermo visitando cuanto médico había en el Oriente antioqueño. Todos me recetaron medicamentos para que se me pasaran los síntomas, pero ninguno daba con la causa.   

En esa época había un médico natural que vivía cerca, lo que llamamos cariñosamente un yerbatero. Y él me dijo: «Carlos, yo creo que el problema suyo es que tiene la sangre intoxicada». Él ni me cobró la consulta porque estaba muy afectado. Me recomendó dos plantas: la cola de caballo y la ortiga. No tenía nada que perder y sí necesitaba mejorar. En cuestión de semanas me puse muy bien.   

Era jornalero. Eso era lo único que sabía hacer. Desde los 10 años trabajé con mi papá cultivando maíz, papa y fríjol. Al principio, la trabajábamos como aprendió él: sin abonos sintéticos ni veneno. Así era la agricultura antes. Pero luego llegó la revolución verde y me tocó ponerme la fumigadora en la espalda y echarle químicos a la tierra, que porque eso la hacía más productiva. 30 años expuesto a esto… ¡Eso fue lo que me enfermó!   

Le pregunté al médico que entonces ahora de qué iba a vivir, la tierra era mi sustento y ahora estaba enferma, como yo. Como él también trabajaba la tierra y sabía de agricultura biodinámica, me enseñó recetas de abonos orgánicos y de policultivos. Con esto entendí que no soy un ser ajeno a la tierra, ella y yo somos uno y hacemos parte de la naturaleza. Ambos, somos naturaleza, estamos vivos y necesitamos estar saludables. 

Empecé por conseguir otras variedades de papa que no dependieran de venenos, unas que vienen de territorios que aún conservan su ancestralidad. Luego el cultivo se expandió: habichuela, frijol, habas, arracacha, zanahoria, remolacha, lechuga, repollo, coliflor, acelgas, espinaca, cilantro, puerros, apio, perejil, plantas medicinales… mejor dicho: ¡pregunte por lo que no vea!  

Yo mismo hago los abonos e incluso salen mucho más baratos. Actualmente preparo mi tierra con manzanilla, milenrama, otras plantas y manejo el calendario lunar y biodinámico que se basa en los cuatro elementos. Por ejemplo, en el elemento tierra siembro tubérculos; en el fuego, frutales y cereales; en el aire, flores como caléndula y manzanilla y en el agua, sembramos las hojas. ¡Y usted no se imagina como salen de fuertes y resistentes las plantas a plagas y enfermedades!   

Con el paso de los años he aprendido muchísimo de mi propio trabajo. Puede que me crean, o no, pero durante 30 años me he dado cuenta de que es real. No necesito fumigar cada 15 días ni fertilizar cada mes porque la tierra es muy agradecida, tanto que ya tengo mi propio mercado en el pueblo: La Hojarasca, y mi hija un restaurante vegetariano allí mismo. ¿Cómo no voy a estar agradecido con la tierra? Ella me devolvió la vida y nos sanamos juntos. 

#QueVivaLoVivo es sanarnos con la tierra 

¿Cómo puedes mejorar tu relación con la naturaleza? 

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