La felicidad de tener dos mamás

Viven en Medellín, en una casa donde las labores no se asignan según el género, sino a partir de las afinidades y el cariño. A los chicos les da hambre, se ensucian, lloran, se lastiman o tienen tareas, por eso para suplir sus necesidades solo se requieren tres cosas: voluntad, amor y paciencia.

En su casa no hay juguetes de niño o niña, solo juguetes, igual pasa con la ropa; las cosas son como son y las diferencias se crean en la mente. Cada quien es libre de elegir eso con lo que es más feliz.

Tal vez por eso, en una de las celebraciones del Día de la madre, las llamaron de la rectoría del colegio con la intención de hacerles una sola pregunta: “¿Quieren uno o dos regalos del día de la madre?”. Con alegría, Ana recuerda que el simple hecho de tener en cuenta a su familia se convirtió en el mejor regalo. También fue el primer paso para que las clásicas celebraciones anuales por género (padre o madre) se convirtieran simplemente en el día de la familia.

Al igual que pasó con el colegio, el sueño de los integrantes de esta familia es ser reconocidos como cualquiera, como lo que son, una familia más, otra nube más en el paisaje, ese que se configura con verdes, azules, amarillos y marrones, esa mezcla de la que sin duda todos hacemos parte.

En el 2017 cada uno de los niños que estudia en preescolares de Comfama tuvo la oportunidad de elegir entre cuatro opciones (azul, naranja, morado y magenta) el color que quería portar en su uniforme, ese con el que se identifica y se siente feliz.