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Encontrar compañía en las plantas fue el regalo "mal envuelto" que le dejó la soledad a Julián Monsalve.

Refrescar una uva rusa, cambiar de lugar a la bananera, poner a que reciba más sol una cuna de moisés, podar una malamadre y cambiar la tierra de una zamioculca, es el lenguaje del amor que practica Julián Monsalve, un arquitecto de 43 años, con las siete especies de plantas que conviven con él en su casa.

Todo empezó en 2016 cuando caminaba en un bosque cercano, mientras intentaba superar una ruptura amorosa. Debido a la distancia de vivir en países lejanos, su pareja y él decidieron terminar la relación. Esta situación despertó en Julián una sensación de vacío y soledad luego de cuatro años de noviazgo.

A sus intentos por superar la «tusa» se sumaba la sensación de vacío en su apartamento, ese mismo que fue motivo de orgullo por su independencia a los 29, pero que a sus 35 era un cubo con esquinas vacías, el recordatorio constante de que estaba solo.

Fueron dos años de agotar todos los recursos, se refugió en amigos, familia y caminatas al aire libre, en esas últimas fue donde encontró el regalo «mal envuelto» que le había dejado la soledad.

En los recorridos que hacía intentando tomar aire para el cuerpo y para su mente, descubrió que no estaba solo. Mientras caminaba por las nervaduras de los bosques sentía cómo las copas de los árboles lo abrazaban con su sombra, las hojas casi sabían lo que pensaba y los troncos caminaban a su lado. Era como si conversara con la naturaleza.

Luego, durante casi dos años de confinamiento por la pandemia, las plantas cuidaron de él y él también cuidó de ellas. Como lo expresa la escritora británica Sue Stuart-Smith en, Una mente ajardinada, «la belleza de una flor o la simetría de un jardín bien cuidado, influyen profundamente en nuestro cerebro y estudios muestran que la exposición a la belleza natural activa áreas del cerebro asociadas con la felicidad y la satisfacción».

Algunos estudios muestran que la exposición a la belleza natural activa áreas del cerebro asociadas con la felicidad y la satisfacción. Julián experimenta esos beneficios a diario, sus «roomies» naturales le han enseñado del ciclo de la vida y de la muerte, también le han permitido, en un mundo cada vez más dominado por la tecnología y la deshumanización, reconectar con su esencia y recordar su relación con el mundo natural.

Como las abejas que transportan el polen de una flor a otra, Julián comparte todo lo aprendido; crea jardines para que otras personas que, como él, han experimentado la soledad, descubran que existen las plantas de compañía.

Lugares para el encuentro

La vivienda es uno de los espacios para desarrollo personal y colectivo que promueve apropiación y encuentros. Este espacio, aunque es íntimo, se vuelve valioso al fomentar interacciones conscientes. En Comfama, por ejemplo, diseñamos los proyectos en tres escalas: barrio, agrupación y unidad. Cada escala facilita distintos grados de relacionamiento, integrando balcones, calles aéreas y áreas verdes para promover el bienestar comunitario y el sentido de pertenencia.

#Soledad para reconectar con lo esencial.

¿Cómo encuentras compañía en la naturaleza?

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plantascompañíasoledadagosto 2024
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