Hace 14 años un carro “fantasma” cambió la vida de Jesús María Giraldo González. Sus tobillos y rodillas quedaron fracturados. A partir de ese día una silla de ruedas se convirtió en su medio para moverse. Tenía 56 años.
Hoy, a pocos meses de cumplir 70, revive ese episodio doloroso con la tranquilidad de que lo que pasó después de haber sido atropellado por alguien sin nombre sigue presente en su cuerpo, pero ya no en su corazón.
Siempre tuvo un pensamiento y era que cualquier situación que le ocurría traía algún beneficio. Esa premisa fue la que le permitió darle un sentido nuevo a su vida. “Luego del accidente me entró el deseo de leer y leer, y empecé a ir a la biblioteca de Comfama en Itagüí”.
Con el tiempo a Chucho le tocó trasladarse de Itagüí a Bello para estar más cerca de su familia. Se quedó algunos años con una hija y por algunas dificultades se fue a vivir solo. Su proceso de recuperación no ha sido fácil, pero actualmente tiene un propósito: volver a usar sus piernas, por eso comenzó a alternar las muletas y la silla de ruedas.
La biblioteca Comfama en Bello se convirtió en el refugio de sus días, y los libros, en su compañía e inspiración. “Empecé a leer mucha filosofía, sicología, libros de relaciones humanas y de los ángeles, porque motivan a las personas. Entonces como la misma familia, los amigos y los vecinos se daban cuenta de que yo leía mucho, me empezaron a preguntar cositas y yo les pasaba datos”, cuenta.
A partir de ese momento, cada que encontraba un pasaje interesante lo anotaba para compartirlo. “Sacaba esos temitas y los fotocopiaba, a unas personas se los regalaba, otros me los compraban y así”. Pero para él la retribución fue aún mayor: “Yo era una persona rebelde, ‘malgenio’ como se dice; sin embargo, la lectura es un sistema de vida diferente, aprendí muchas cosas, me fui llenando interiormente”.
Ese aprendizaje no solo le ayudó a reconciliarse con él, con los otros y a entender la diferencia, también le permitió mejorar sus relaciones familiares e incluso, servir como motivador a grupos de la tercera edad en la Casa de la cultura de Bello, leyendo poesía.
Hoy, Chucho puede decir que su vida está más llena que nunca, tiene proyectos y muchos ánimos para hacer cosas nuevas. Por eso, en medio de una carcajada, expresa: “Yo quiero vivir siquiera 130 años”.
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