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Ana María Higuita, especialista en dolor y cuidado paliativo, nos cuenta cómo la vida le enseñó que amar también significa dejar ir a quienes más nos importan.

En Medellín, los guayacanes amarillos llenan las calles de flores en ciertos meses del año. Este espectáculo natural inspiró a la artista estadounidense Ethel Gilmour, quien, en 2006, pintó un guayacán imponente, motivada por el poema Si hay dolor de William Faulkner. En su obra, Gilmour reflejó la trascendencia de la vida y la cercanía de la muerte, un sentimiento que la acompañaba en sus últimos años.

Ana María Higuita sintió esa cercanía cuando, hace trece años, a su madre le diagnosticaron un tumor intramedular. La enfermedad requirió cirugías y el acompañamiento de la unidad de dolor y cuidado paliativo, una especialidad que se dedica a mejorar la calidad de vida de pacientes y familiares que enfrentan el sufrimiento de una enfermedad grave.

Este proceso marcó profundamente la vida de Ana María. Se enfrentó a la posibilidad de perder a su madre y a la inevitabilidad de la muerte. La experiencia fue tan transformadora que decidió estudiar esta especialidad, y hoy acompaña a pacientes y familias en la comprensión de la muerte y el dolor como un proceso natural y desde una visión holística. Afortunadamente, su madre sobrevivió, pero el aprendizaje fue imborrable.

Como especialista en dolor y cuidado paliativo en la Clínica Cardio VID, Ana María sabe que la muerte y la trascendencia siempre están presentes. Reconocer nuestra finitud nos recuerda lo fugaz y valiosa que es la vida. En sus propias palabras: «Amar es dejar ir, porque es la oportunidad de ponernos en el lugar de quien sufre y permitirle trascender».

A diario, Ana transmite a sus pacientes un mensaje esencial: acompañar desde la empatía, la humanidad y la espiritualidad ayuda a quienes amamos a partir en paz. Aunque lo tiene claro, la conciencia de dejar ir no siempre es fácil para ella. Incluso como experta, a veces necesita buscar apoyo psicológico para gestionar algunas situaciones vividas. El amor y la muerte, como las hojas del guayacán de Ethel Gilmour, nos recuerdan que el final de un ciclo es también el comienzo de otro.

¿Cómo afrontas tú la certeza de la muerte de quienes amas?

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