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Si por cuenta de la guerra todos estamos rotos, ¿cómo sanar nuestras heridas y volver a confiar en el otro? La Fundación Prolongar encontró la solución.

Problema

Colombia se encuentra entre los 50 países que más padece de desconfianza. Según la Encuesta Mundial de Valores, en el 2021 solo el 17 % de los ciudadanos encuestados creyó en la administración del Gobierno Nacional, el 45 % en el sector privado. 

Cuando se dio la firma del acuerdo entre el Gobierno nacional y las farc, Renata Serna, entonces directora de metodologías y ahora directora ejecutiva de la Fundación Prolongar, y María Elisa Pinto, presidenta del consejo directivo, se preguntaron cómo aportar al desafío que enfrentábamos como país: la reconciliación.  

Para Renata siempre ha primado la educación y la construcción; desde pequeña aprendió que hay que encontrar alternativas ante los conflictos. Estudió psicología y literatura en la Universidad de los Andes, y estuvo tres años en España estudiando danza y enfoques somáticos concentrados en el cuerpo. Al retornar a Colombia, encontró la posibilidad de integrar esos conocimientos en la construcción de paz junto a María Elisa en la Fundación Prolongar.  

¿Cómo podemos repararnos como sociedad fracturada? ¿cómo podemos enaltecer esas heridas en lugar de evadirlas y/o ocultarlas?, se preguntaron y encontraron una alternativa entre sus intereses por la literatura, el arte y los valores orientales.  

Renata y María Elisa hallaron en el kintsugi una posibilidad: al unir con oro las piezas rotas de un objeto, esta práctica se presentaba como la metáfora perfecta para abrir nuevos caminos ante el odio y el rencor que dejó la guerra en el país. 

Construyeron entonces un modelo de reconciliación a través del cual logran conectar a tres poblaciones consideradas adversarias en las lógicas de la guerra: civiles, veteranos de la Fuerza Pública y personas en proceso de reintegración. También logran movilizar a la ciudadanía mediante la experiencia museográfica Encuentros improbables. La primera fase fue realizada en Medellín entre 2018 y 2019, gracias a ser ganadores del Fondo de Reconciliación de USAID. 

Este modelo contó con una metodología en la que se transforma una atmósfera común y corriente en un espacio ritual a partir de olores, sabores, imágenes, sonidos o texturas. Además, usaron técnicas para conectarse con el cuerpo como mindfulness, yoga sensible al trauma o terapia psicosomática. 

En estos talleres, mientras los participantes moldeaban arcilla, contaban sus relatos de vida y con ellos, estimularon reflexiones acerca del sentido que para cada uno había tenido los sufrimientos en su vida. 

Cada persona recibió entonces una pieza rota que, al unir los pedazos e iluminar con oro las grietas y cicatrices, permitía reflexionar sobre los elementos que hacen posible la reparación, expresando al grupo sus hallazgos. 

En este ejercicio multisensorial, siempre estuvo primero la sanación individual. Mientras trabajaron con las manos, cada persona recorrió un camino de autoindagación por aquello que necesitaba sanar, con quién hacerlo y cómo podría reconciliarse.  

A través del proceso, las personas facilitadoras de la Fundación Prolongar trabajan desde el principio de plasticidad cerebral, es decir, la capacidad que tiene nuestro cerebro para recuperarse y adaptarse a nuevas situaciones. Siempre es posible el cambio. 

Aunque ha sido un reto trabajar ante las condiciones de pobreza latentes, que preocupan a las personas por su día a día y, además en contextos donde aún se cuenta con dinámicas violentas, las personas han encontrado valía en sus procesos y en la posibilidad de sanarse y volver a confiar. 

Solución

A través del proyecto Arte para reconstruir, y especialmente del Kintsugi (cerámica restaurada), la Fundación Prolongar logró aumentar los niveles de confianza de los 220 participantes entre el 89 % y el 100 %. Esa evolución se vio reflejada a partir de posturas, gestos y actitudes expresadas verbal y no verbalmente que demostraban empoderamiento y confianza.

ABC de esta solución

  1. Reconocer nuestra capacidad de adaptarnos a nuevas circunstancias.

  2. Promover procesos integrales y experienciales de autoindagación.

  3. Identificar el contexto y evaluar las necesidades, capacidades y fortalezas de las personas participantes.

  4. Construir un espacio ritual en el que las personas vivan el proceso desde la horizontalidad y el amor.

  5. Resaltar aprendizajes que las personas puedan replicar en el día a día. 

¿Cuál es tu fórmula personal para volver a confiar?  

#HagamosQueSuceda primero en nuestro interior

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