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Mateo Robledo, como otros jóvenes en las regiones de Antioquia, impulsa el voto como un compromiso colectivo del que ellos son protagonistas.  Cuatro de cada 10 personas habilitadas para votar en Colombia son jóvenes.

La política entró por la puerta grande a la vida de Mateo Robledo cuando era todavía niño. Su papá fue presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de la vereda Las Lomitas de Sabaneta y con su liderazgo promovió una JAC para niños, de la que Mateo fue fiscal; posteriormente, fue personero estudiantil en su colegio.  

Creció preocupado por su participación política, consciente de que el voto es el instrumento democrático por excelencia y con la pregunta permanente de por qué otros jóvenes no lo consideraban igual. Él sentía que se naturalizaba  una aparente apatía frente a jornadas electorales y dinámicas de gobierno.  

En las elecciones del 2018, los niveles de abstencionismo rondaban por el 68 % y esto impulsó en Mateo la necesidad de ir más allá de su propio proceso de reflexión. Por eso, decidió promover, junto a otros jóvenes, la iniciativa: No se lo dé a cualquiera, para hablar de elecciones.  

Con un lenguaje que apela al doble sentido y que busca enganchar a los jóvenes, esta iniciativa promueve conversaciones conjuntas, el acercamiento a los procesos electorales y el aumento de la participación política juvenil.  

Los Parches Democráticos también hacen parte de este proceso y desde hace cuatro años impulsan el voto informado y consciente para que este no se venda ni se regale, en regiones y municipios como San Francisco, en el Oriente; Jardín, Jericó, Concordia y Valparaíso, en el Suroeste. «Hoy entiendo que el voto es un primer paso consciente pensando en el país», dice.  

Aunque a lo largo de estos cuatro años han despertado el interés con distintas estrategias, este no ha sido un camino fácil. La falta de pedagogía desde los primeros años escolares y la ausencia de tareas democráticas, son el motivo por el que los jóvenes no logran conectar con la política, piensa Mateo.  

Motivar a una comunidad que parece apática por naturaleza implica un desafío constante no solo para él, sino para los 150 integrantes de la Red Nacional de Jóvenes Constructores de Paz, impulsada por la Fundación Mi Sangre, en 16 departamentos de Colombia y en regiones como Oriente, Suroeste y Urabá, en Antioquia, que también trabajan para promover mejores prácticas de participación política.  

Para estos jóvenes, muchas regiones son propensas a la compra de votos y no todas las personas, entre los 15 y 29 años, conocen las implicaciones de sus elecciones: los jóvenes entre estas edades representan el 25 % de la población colombiana, lo que implica que el voto joven podría incluso definir elecciones.  

Recorrer el departamento le ha servido a Mateo para salir de lugares en donde las discusiones giran sobre lo mismo, ampliar su mirada respecto a las preocupaciones juveniles, reconocer que en las regiones se percibe la participación juvenil como un reto constante para la construcción de lo público y también, entender la importancia de la información para una toma cualificada de las decisiones.  

Este joven de 24 años confía en que otros como él encuentren en la política una forma de expresión y la dimensión de su papel central en la democracia. No es un camino sencillo, pero nadie le dijo que lo sería, por eso, sigue adelante. 

Cuatro de cada 10 personas habilitadas para votar en Colombia son jóvenes.

REGISTRADURÍA NACIONAL DEL ESTADO CIVIL

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