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Craig Zelizer y Catalina Rojas viajaron a Medellín esperando ahorrar y encontraron calidad de vida. Hoy le cuentan al mundo que en la ciudad se puede construir familia.

Cuando Craig conoció a su esposa Catalina Rojas en 1999, mientras estudiaban en la Universidad George Mason University en Virginia, Estados Unidos, nunca imaginó que veinte años después estarían construyendo una familia juntos, a 3632 km kilómetros de distancia, en una ciudad que por mucho tiempo solo le inspiró temor.

Corría el año 2016 y Craig Zelizer decidió renunciar a su trabajo como profesor universitario en la Universidad Georgetown. Su objetivo era poder dedicarse a un nuevo proyecto de vida: PCDN global, una plataforma que conecta a líderes y talentos de más de 100 países con oportunidades, becas y posibilidades.

Este cambio implicó varias renuncias para la familia. Los ingresos eran menos y pronto la pareja se vio obligada a reducir gastos y buscar alternativas para estar tranquilos con los recursos disponibles.

Craig y Catalina conversaron y analizaron la situación. La conclusión fue que no podían seguir viviendo en Estados Unidos y que debían encontrar, rápido, una alternativa que cumpliera con requisitos como un costo de vida económico y posibilidades de educación para su hijo Jacob de cinco años.

Su búsqueda arrojó tres alternativas: San José, en Costa Rica; Cuenca, en Ecuador y Medellín, en Colombia. Pasaron tres semanas en Medellín y encontraron un clima cálido y templado, gente amigable, una amplia oferta educativa no solo en colegios sino en experiencias para los niños, movilidad sostenible y un sistema de salud al que podían acceder. Pero, cuando les contó a los integrantes de su círculo cercano que se mudaría a Medellín con su familia, lo etiquetaron de loco y de equivocado ¿Cómo se le ocurría llevar a sus seres amados a una ciudad peligrosa, desordenada y llena de los retos del tercer mundo?

En 2018, Craig, Catalina y Jacob dieron un salto del que, hoy cinco años más tarde, no se arrepienten. Por ejemplo, Jacob es quien más disfruta de Medellín, pues accede a una buena educación, lo puede llevar a la escuela de fútbol y salir con él a disfrutar la ciudad; eso hace más fácil en frentarse a los cambios que implica adaptarse a una sociedad diferente a la suya.

Para él y para Catalina los retos son mayores. La burocracia y el desorden administrativo de varias de las entidades locales les hacen extrañar a Estados Unidos, donde todo es ordenado y el tiempo de las personas tiene valor.

Mientras Medellín mejora sus procesos, trámites y moderniza sus sistemas de información, Craig hace lo que tiene a su alcance: aprende de sus vecinos que la felicidad no se planea tanto, que la vida se vive como viene y que también se disfruta improvisando.

En 2018, Craig, Catalina y Jacob dieron un salto del que, hoy cinco años más tarde, no se arrepienten. En Medellín encontraron un clima cálido y templado, gente amigable, una amplia oferta educativa no solo en colegios sino en experiencias para los niños, movilidad sostenible y un sistema de salud al que podían acceder.

#Welcome también las familias extranjera

¿Es verdad que la llegada de los extranjeros ha encarecido la vivienda en Medellín? ¿Qué podemos hacer para que esto no pase?

«El incremento de valores de la vivienda en Medellín tiene como base estructural la escasez de oferta de proyectos nuevos de vivienda desde hace más de una década, al haber tan poca oferta los turistas con mayor poder adquisitivo, ayudan a subir los precios, pero no es el responsable». Juan Carlos García Bocanegra, arquitecto urbanista y profesor de planificación urbana ¿Qué propones tú?

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