Aún circulan frases como «ella es especial», «él no puede vivir solo» o «no se enamoran», perpetuando estereotipos sobre las personas con discapacidad intelectual. Conversamos con Mónica Cortés, directora de Asdown, una organización que defiende sus derechos, para desmentirlas y conocer su experiencia.
1. Mito: «no pueden formar relaciones románticas»
Existe el mito de que las personas con discapacidad intelectual no pueden tener relaciones afectivas o que estas deben seguir un modelo «ideal» impuesto por sus familias. En realidad, tienen formas diversas y válidas de vincularse, que deben ser respetadas y acompañadas sin imponer expectativas externas. Las familias suelen proyectar sus propios miedos y prejuicios, olvidan que lo importante es que ellos vivan sus afectos a su manera. También es clave brindar educación integral para la sexualidad, no solo para fomentar relaciones sanas, sino para prevenir abusos. Lo afectivo no debe ser dramatizado ni infantilizado: cada persona tiene derecho a vivir su vida emocional con autonomía y dignidad.
2. Mito: «no pueden vivir de forma independiente»
El mito de que la independencia significa vivir solo es falso. La verdadera independencia para personas con discapacidad implica poder tomar decisiones y vivir en comunidad con los apoyos necesarios. Nadie vive completamente solo: somos interdependientes. La idea no es institucionalizar ni aislar, sino crear redes de apoyo que permitan vidas autónomas y dignas, incluso cuando la familia ya no esté. Esto implica servicios comunitarios, asistencia personal, inclusión laboral y educativa, y una transformación cultural que también involucre al vecindario y entornos cotidianos. La clave está en planear con anticipación y construir entornos accesibles, no en preguntar «¿dónde lo dejamos?», sino cómo garantizar su vida plena.
3. Mito: «son especiales o tienen un don»
El término «especial» surgió en el ámbito de la educación para suavizar etiquetas negativas como «retardo mental» y dar una connotación más positiva a personas que históricamente fueron excluidas. Aunque buscaba dignificar, terminó reforzando la idea de diferencia o extrañeza, aislando aún más a quienes nombraba. Aunque hoy se cuestiona y se intenta reemplazar por un lenguaje que reconozca a las personas como sujetas de derechos, su uso persiste en la sociedad y los medios. El cambio implica un proceso lento, pero transformador, sobre todo cuando las propias personas con discapacidad entienden que no son «especiales», sino personas como cualquier otra.
4. Mito: «son heterosexuales»
Existe el mito de que las personas neurodivergentes no tienen una identidad afectiva o sexual clara, o que no pueden expresarla. En realidad, sí pueden hacerlo, incluso sin lenguaje verbal, si se les brinda el acompañamiento y la información adecuada. No todas quieren tener pareja, y también hay personas con discapacidad intelectual o autismo que son lesbianas, trans o no binarias. Aunque a muchas familias les cuesta aceptar estas realidades, es fundamental escuchar, respetar y apoyar las decisiones y expresiones de identidad de cada persona.
5. Mito: «deben sobreprotegerse»
Existe un mito profundamente arraigado que justifica la sobreprotección de niñas y mujeres con discapacidad, especialmente por el abuso sexual. Esto ha llevado a prácticas como la esterilización forzada y a limitar su acceso a la educación, al trabajo y a la vida afectiva. Sin embargo, esa protección extrema no previene el abuso —que suele venir del entorno cercano— sino que vulnera sus derechos. Además, el movimiento por la discapacidad ha sido históricamente dominado por hombres, en parte por esta misma exclusión de las mujeres.
6. Mito: «son niños por siempre»
El mito de que las personas con discapacidad intelectual son «niños por siempre» proviene de la psicología antigua, que hablaba de una supuesta «edad mental» distinta a la cronológica. Esta idea ha llevado a tratar a jóvenes y personas mayores como si fueran pequeños, lo que limita su desarrollo. En realidad, las personas neurodivergentes crecen y deben ser reconocidas y acompañadas según su edad real. Tratar a un adulto como a un niño impide su autonomía y bienestar. Es el entorno el que debe ajustar su mirada y ofrecer oportunidades, roles y trato en consonancia con la etapa de vida de cada persona.
7. Mito: «no pueden comunicarse»
Un mito común es: si una persona no habla verbalmente, no se comunica. La realidad es que existen múltiples formas de comunicación: gestos, tecnología, señas, dibujos, entre otras. Lo importante es reconocer y aprender a interpretar esos otros lenguajes. Este enfoque no solo es clave en la vida cotidiana, sino también en ámbitos como el legal, donde es necesario garantizar que todas las personas puedan expresar su voluntad, incluso si no lo hacen con palabras.
¿Cómo desmontas estos mitos sobre la neurodivergencia en tu cotidianidad?
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