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El dilema de si un líder nace o se hace se resuelve fácil: se acompaña. Thiago Palacio, de seis años y expersonero escolar, fue líder en la escuela porque primero lo fue en su casa.

Apenas se bajó del transporte, que lo llevaba hasta su casa desde el preescolar, Thiago de cinco años dijo:

- Mamá, yo me quiero lanzar como personero. - ¿Sí? - Me quiero lanzar, dijo tirándose hacia atrás. - Thiago, pero cómo así, lanzar cómo, explícame. - Sí, yo me quiero tirar así porque la profe dijo que el que quisiera se podía lanzar de personero.

Entre risas, su mamá le explicó a qué se referían cuando en el prees colar les mostraron videos de la serie animada Daniel Tigre, les ense ñaron a votar y les dijeron que hablaran con sus familias si querían lanzarse como personero o personera estudiantil.

Cuando entraron a casa, le hicieron una videollamada a su papá, quien desde el trabajo escuchó nuevamente todo el relato.

- ¿Ustedes me apoyan?, dijo Thiago.

Sus papás, Cindy y José Ricardo, aceptaron y le explicaron que esta era una responsabilidad muy grande. Tras una intensa cam paña, Thiago finalmente ganó.

Orgulloso contaba que más niños lo saludaban, lo reconocían, se le acercaban a hablarle. Empezó a visitar entidades y tener una vida pública como líder escolar.

Al tiempo en que esto era una gran oportunidad para él, tam bién implicaba retos para su familia. ¿Cómo acompañarlo ade cuadamente? ¿cómo gestionar ese golpe de reconocimiento?¿Podría convertirse en una persona egocéntrica y egoísta?

Para sus papás, el liderazgo de Thiago forja su personalidad y gracias a él fortalece su iniciativa y trabajo en equipo. Sin embar go, ser papás de un niño líder también trae el reto de poner límites.

En casa tienen una mascota y tanto Thiago como su hermano ma yor, Christopher, tienen responsabilidades en su cuidado.

- Thiago, se le acabó el agua a la perrita y es tu turno de servirle, dijo Cindy. - Christopher, que le eche el agua a la perra!, gritó Thiago - Un momento. Es tu turno y tú lo vas a hacer, le repitió su mamá. - ¡Ay, má!, renegó Thiago mientras ella esperaba a que efectivamente lo hiciera.

La misma escena se podía repetir cuando le pedían otras colabora ciones o que cumpliera responsabilidades específicas. Thiago había aprendido a delegar, pero, a veces, se le iba la mano.

Cuando alguna de estas situaciones se presenta, tanto Cindy como José, se detienen incluso entre los afanes cotidianos, se inclinan para mirarlo directamente a los ojos, con un tono respetuoso hablan con él, le repiten su responsabilidad, le recuerdan que un líder da ejemplo y que debe hacerse cargo de sus tareas, por tediosas que puedan ser.

«Nosotros damos un apoyo consciente y por eso sabemos poner límites», dice Cindy. Tanto ella, como su esposo creen que el liderazgo de Thiago e incluso el de hermano que se manifiesta de otras mane ras, no solo son cualidades natas o dependen exclusivamente de sus personalidades.

Para ellos, el liderazgo infantil se da cuando un niño se siente reconocido, valorado, apoyado y escuchado por su familia. Los liderazgos nacen y también se construyen. Requieren acompañamiento y apoyo para estimularlos, además de límites y correcciones cuando se están formando. Tomarse el tiempo para cultivarlos formará humanos más comprometidos, responsables y sensibles con las comunidades donde habitan.

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