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Las deudas hicieron que Rubén Darío perdiera el sueño, estuvo a punto de tomar la peor de las decisiones, pero la ayuda oportuna le mostró cómo salir de deudas y recuperar su tranquilidad. Una historia para recordar que es necesario manejar bien el dinero.

Rubén Darío ya no dormía. Llevaba noches en las que se acostaba y no podía conciliar el sueño. Al otro día, en el trabajo, sus pensamientos inundaban su mente y rendía menos en sus tareas. Su angustia era evidente.   

Nadie sabía lo que le ocurría. En solitario se enfrentaba a las incesantes llamadas de los almacenes que le recordaban un pago no realizado, la insistencia de los bancos para ponerse al día con sus cinco tarjetas de crédito y a la mirada amenazante de los prestamistas. Sin lugar a duda, su situación financiera era dramática. Quedaba poco de ese hombre alegre reconocido siempre como el «alma de la fiesta». 

Rubén botaba todo lo que estuviera malo, en lugar de reparar, aunque fuera un daño sencillo; compraba cosas que no necesitaba y llegaba sin dinero al final de cada mes.  

Al empezar a trabajar en el centro de la ciudad rodeado de almacenes, ofertas y ventas de toda índole, empezó a creer que necesitaba y «merecía» todo aquello que no había tenido en la infancia. «Para esto trabajo», se decía. «Empecé a comprar sin medida y perdiendo las proporciones de lo que ganaba y me gastaba». 

Llegó a tener tantas deudas que estuvo a punto de tomar una decisión fatal y definitiva. Sentía que si se quitaba la vida podría librarse y librar a su familia de las preocupaciones.  Un día tomó la decisión de hacerlo y emprendió su viaje hasta el último piso de donde trabajaba. Iba convencido de que la muerte era su única alternativa.  

Faltando dos pisos para llegar, se encontró con una compañera de trabajo que le pidió que se tomara un café con ella. «No puedo, estoy ocupado», mintió él. Ella, inocente de lo que pasaba, le insistió que la acompañara, que hacía días no hablaban.  

A regañadientes aceptó acompañarla. Ese día, en un esfuerzo por expresarle a alguien lo que sentía y hablar del infierno que estaba viviendo, le contó a su compañera de sus deudas, las llamadas que lo agobiaban y de lo avergonzado que estaba por haber comprado más de lo que podía. No le contó lo que estaba a punto de hacer, pero ella le ofreció ayuda de inmediato.  

En ese momento, Comfama había empezado a implementar un curso de finanzas personales. Ella lo convenció de asistir. Rubén fue con incredulidad. Con el paso de los días, en medio de ese acompañamiento, se dio cuenta de que no estaba solo, a otros les estaba pasando lo mismo. Así, empezó a escuchar más atento, mientras, adquiría las herramientas para salir de las deudas, empezar a manejar mejor sus ingresos y vivir una vida más tranquila.  

Lentamente recuperó su salud mental y se olvidó de la idea de suicidarse. Empezó a aplicar la técnica del embudo: no dejar salir más dinero del que te entra. Con paciencia y disciplina, al cabo de cinco años pagó sus deudas.  

Veinte años después, se siente un hombre consciente y responsable. Sabe priorizar sus gastos y al tiempo vivir una vida cómoda. Reconoce y valora las posibilidades que tiene a su alcance y evita endeudarse en exceso. El lápiz, además, se volvió su aliado porque antes de gastar, «echa cuentas» y ahorra.  

Cada que puede, cuenta su historia para que nadie la repita. 

 

Qué es el flujo de caja según Economía para la pipol 

Es la diferencia que hay entre la plata que nos entra y la que nos gastamos. Si es positivo, significa que tenemos más ingresos que gastos y si es un flujo de caja negativo es que estamos gastando más que lo que nos ganamos y nos toca ponernos las pilas. 

Pregúntate: ¿Cómo te cuidas de caer en los excesos?

#YoConsumoConsciente porque hago cuentas antes de comprar

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