Los niños necesitan ser criados con amor, respeto y dándole valor a su opinión. Los gritos, las palmadas y los castigos físicos, en vez de ayudarlos los asustan y limitan.
Yo jamás le voy a pegar a mi hija, dijo Astrid.
- ¿No? Entonces ¿quién le va a ayudar a cuidarla, porque usted sabe cómo nos crió mi mamá, le respondió su hermana.
Cuando Astrid Villa supo que estaba en embarazo inmediatamente empezó a pensar en su pasado como hija, en la forma en la que la habían criado, con regaños y castigos. Lo hizo porque haber crecido así le daba «vergüenza ajena», cuando tías o amigas madres a su alrededor lo hacían con sus hijos.
Realmente Astrid nunca pensó ser mamá y su embarazo la tomó por sorpresa a los 32 años. Trabajaba en un banco, viajaba mucho y tendría que pedirles a su mamá y a su novio Johnny, que le ayudarán a cuidar a Susana cuando naciera. El punto era que ambos solo conocían el camino de los regaños y los castigos.
¿Tendría entonces que resignarse a que esos regaños y castigos fueran la cotidianidad de su hija? ¿Sería mejor arreglárselas para cuidarla ella sola? ¿Valdría la pena enfrentarse con mamá y sugerirle otras formas de crianza y cuidado?
Dudó hasta el cuarto mes, momento en el que decidió pagar por ir a un seminario de crianza respetuosa, creía que eso le ayudaría a tener más argumentos para tomar una decisión y así fue, se convenció al descubrir que, si veía a su hija de manera respetuosa y le hablaba con un buen tono de voz, estaba reconociendo su dignidad como ser humano y no malcriándola.
Salió valiente del seminario, decidida a cambiar las reglas de juego. Empezaría por Johnny, a quien además de enseñarle lo aprendido, le hizo comprender con toda claridad que su rol era ayudar a establecer límites para Susana, y que eso no iba a dejar de ser efectivo si en vez de recurrir a los regaños, más bien acudía a las reflexiones. La estrategia funcionó, tanto que su novio al analizar lo que ella le decía, se comprometió a acompañarla con amor.
Pero faltaba mamá, tal vez el «hueso más difícil de roer». ¿Sería posible hacerla cambiar de visión? Como tenía dudas decidió aprender mucho más, cada instante libre que tenía lo destinaba a ver videos y a seguir cuentas en redes sociales acerca de la crianza responsable. En su cabeza toda esa información conectaba y la hacía ver beneficio tras beneficio.
Era hora de ir donde mamá. Sentía nervios. Le costaba saber por dónde empezar su discurso. Ya en el momento optó por hacerle saber lo que ella sentía cada vez que veía que alguien era agresivo con sus hijos, le habló de la «vergüenza ajena», de que había descubierto otras formas en un seminario y de que lo que más feliz la haría en el mundo sería que Susana creciera así.
Tras un silencio, una respuesta inesperada… su mamá le dijo que tenía razón y que hasta le interesaba el seminario. La angustia desembocó en estudio y su mamá también comprendió que reflexionar, en vez de regañar, servía.
A Susana la cuidan: su abuela; Astrid, su mamá, certificada en disciplina positiva y Johnny. De los tres recibe amor y límites claros. Ella no necesita premios ni castigos, prefieren la reflexión y las consecuencias.
Como adulto, ¿qué hago?
Haz memoria de cómo te educaron a ti.
Evalúa que hubo de bueno y que se pudo mejorar en tu crianza.
Identifica cuáles de esas situaciones no quieres que se repitan con tus hijos.
Olvida expresiones del tipo: «la letra con sangre entra».
Aplica la disciplina con amor, se firme pero amoroso al mismo tiempo.
Gestiona tus emociones, por ejemplo, la rabia, antes de hablar con tu hijo, respira y asegúrate de estar en calma.
Recuerda que los niños y los adultos merecen el mismo respeto.
Concerta normas y límites con tus hijos.
#ParaLosNiñosyNiñas… amor y respeto
Niños criados respetuosamente, una tarea de todos
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HistoriasMayo 2023crianza responsableSuscríbete a nuestro boletín y mantente actualizado.
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