Santiago, un niño de diez años con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), encontró en el acompañamiento adecuado y en la paciencia de quienes lo rodean una puerta para aprender a leer, estudiar mejor, recuperar la confianza y conectarse con otros mundos.
En la casa de Yarleidy, en Villa Guadalupe Manrique, siempre hay movimiento: entre las ventas de comida, los productos de aseo que ofrece y el cuidado de sus cuatro hijos, su día nunca se detiene. En medio de esa rutina está Santiago, el menor, un niño de diez años para quien la escuela se convirtió, durante un año completo, en un escenario de frustración. Los exámenes llegaban en uno, las tareas no avanzaban y él regresaba triste, sintiendo que nada era suficiente.
Yarleidy recuerda ese tiempo como un periodo de impotencia. Santiago tenía un diagnóstico de TDAH y no sabía leer, pero en el colegio lo evaluaban como si lo hi - ciera. “Obvio todos los exámenes iban a salir en uno”, dice. La señal más clara de la angustia de su hijo llegó una tarde, cuando él le mostró un dibujo: un niño hecho un ovillo en el piso, con un profesor de pie a su lado. Cuando ella preguntó quién era ese niño, Santiago respondió: “soy yo”. Ese dibujo fue la alarma que necesitaba.
Enseguida Yarleidy habló con el coordinador académico, pero al sentir que no la escuchaban decidió presentar un derecho de petición. No pedía privilegios, solo que evaluaran a su hijo desde lo que sí podía hacer y no desde lo que aún estaba aprendiendo. Gracias a esto, el colegio implementó el modelo Atal (Aprendamos Todos a Leer), un programa diseñado para fortalecer la enseñanza de la lectura y la escritura en los primeros grados, con impacto comprobado en Colombia y otros países.
Santiago recibió un acompañamiento personalizado, siem - pre con la presencia cercana de su mamá. En tres meses aprendió a leer a través de metodologías didácticas, del lenguaje oral, la conciencia fonológica y el reconocimiento de letras. Yarleidy se emocionaba al verlo reconocer sílabas, luego palabras y finalmente oraciones completas. Algo se transformó en él: dejó de escribir letra por letra y empezó a entender lo que leía.
Su actitud cambió; volvió a casa alegre, más seguro de sí mismo. Santiago empezó a llenar sus cuadernos con historias y dibujos. Por eso Yarleidy invita a otras familias a acercarse a los colegios, a pedir acompañamiento y a confiar: cuando un niño es escuchado, la educación deja de ser un obstáculo y se convierte en una puerta abierta hacia un mundo más grande.
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