Juan Carlos Buitrago es médico y dirige Ábaco, la red que agrupa los 25 bancos de alimentos de Colombia. En esta conversación reflexiona sobre las causas estructurales del hambre en Colombia y comparte propuestas para enfrentar la crisis.
¿Es el hambre el resultado de nuestras decisiones colectivas o de nuestra indiferencia?
La principal causa del hambre en Colombia es la pobreza, que afecta a 16,7 millones de personas incapaces de adquirir una canasta básica. Sin embargo, no es solo pobreza: factores como la desigualdad, la migración masiva, la guerra entre Rusia y Ucrania, el COVID-19, desastres naturales y la violencia agravan el problema. Estos eventos generan desplazamientos y afectan los sistemas alimentarios.
También hay causas internas, como la corrupción y la falta de políticas públicas claras. Desde 2019, Colombia no tiene una política nacional de seguridad alimentaria, y no se realiza la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional (ENSIN) desde 2015. Esto dificulta la toma de decisiones basadas en datos reales. Resolver el hambre requiere un trabajo articulado, sostenido en el tiempo y con aprendizajes de experiencias internacionales, algo que todavía está pendiente.
¿Qué tan lejos estamos de garantizar que cada persona en Antioquia tenga acceso a tres comidas al día?
Estamos lejos. En Colombia, 19,2 millones de personas enfrentan consumo insuficiente de alimentos. De ellos, 16,3 millones recurren a estrategias como reducir la calidad de su dieta o limitar porciones.
En 2024, se diagnosticaron más de 24 mil casos de desnutrición aguda en niños menores de 5 años, con 220 muertes asociadas. Antioquia es uno de los departamentos más afectados, con 19 muertes infantiles por desnutrición. 3 de cada 10 habitantes enfrentan inseguridad alimentaria y 46 mil niños sufren desnutrición crónica.
A pesar de que las políticas públicas en Antioquia se debilitaron en años recientes, hay esperanza: el nuevo Gobierno busca inversiones para reducir la desnutrición y establecer estrategias sostenibles. El reto es enorme, pero con esfuerzos estratégicos y articulados, podemos avanzar.
La FAO advierte que las mujeres y los niños son los más afectados. ¿Por qué?
El hambre en Colombia tiene rostros específicos: afecta más a indígenas, afrodescendientes, poblaciones rurales, migrantes y mujeres cabeza de familia. Por eso, es imprescindible integrar una perspectiva de género en las soluciones, apoyando a las mujeres rurales con créditos, tecnología y educación en nutrición.
Un ejemplo concreto es la lactancia materna, considerada una de las inversiones sociales más rentables: cada dólar invertido genera un retorno de 35 dólares. Sin embargo, en Colombia solo 3 de cada 10 niños menores de seis meses reciben lactancia exclusiva. Este es un indicador que debemos mejorar urgentemente.
¿Qué se está haciendo para reducir el hambre en Colombia?
Sin duda. Aunque el país no cuenta con una política pública estructurada, desde Ábaco hemos trabajado con aliados para generar soluciones.
Por ejemplo, desarrollamos el Observatorio de Nutrición Infantil, el más completo de América Latina, que provee datos detallados por municipios y departamentos. Esto orienta a tomadores de decisiones en el diseño de políticas efectivas.
También creamos una hoja de ruta con 15 acciones basadas en evidencia para mejorar la nutrición infantil, con responsabilidades claras para el Gobierno, el Congreso, empresas privadas, ONG y cooperación internacional.
«Para combatir el hambre en Colombia de forma sostenible necesitamos trabajar unidos,
guiados por un equipo líder que coordine todos los esfuerzos de todas las entidades e instituciones. Es fundamental hacer cambios profundos para que exista un cambio real».
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