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La metodología que propone Edgar Montaño, desde su empresa CUATROC, reconoce que jugando se puede impulsar la creatividad, el liderazgo y la disposición al cambio.

Hace ocho años sentía que lo había logrado todo. Era profesor de diseño y todos los puestos que me imaginaba ocupar ya los había alcanzado. Como docente yo reconocía que todos los seres humanos tenemos metodologías diferentes para aprender. Sin embargo, yo enseñaba de la misma manera en la que había aprendido y me disgustaba porque no estaba de acuerdo con esas metodologías obsoletas.   

Era 2013 y estaba en México con mi hijo cuando ocurrió el huracán. Lo nombraron Ingrid y fue especialmente difícil porque interactuó con el Huracán Manuel, en el océano Pacífico.   

Debíamos salir de la punta de Los Cabos, del Faro, atravesar 40 km y llegar al aeropuerto. Mi hijo tenía siete años y estaba siendo testigo de grandes tragedias. Para distraerlo e incentivarlo a caminar le dije que viviríamos una aventura, nuestro rol en el juego era ser unos sobrevivientes y el premio, al llegar a Colombia, sería la hamburguesa que quisiera. 

El desafío no fue fácil, no nos podíamos rendir en los dos días de recorrido. Empezamos a caminar la planicie, a atravesar la ciudad de Los Cabos y vimos la destrucción del huracán.En el aeropuerto, también la hambruna y la maldad del ser humano que se deriva de ella… En algunos momentos debí taparle los ojos.   

Pensé “¡vivimos en el fin del mundo!”, al ver que cada cinco minutos recogían en aviones a los norteamericanos, en cambio, nosotros estábamos en otra fila con el resto de nacionalidades, esperando todo un día nuestro turno. Conocimos al ejército mexicano, y al ver a mi hijo altamente deshidratado reforzaron todo el cuento de que éramos unos sobrevivientes y le pusieron un chaleco. Nos subimos a un avión Hércules y viajamos por tres horas. Al aterrizar en Ciudad de México, uno de los soldados le regaló su gorra. Tuvimos que esperar un día más para volar a Colombia y al llegar corrimos por la hamburguesa; con solo el primer bocado mi hijo se desmayó.  

Ese hecho me trastocó y me obligó a poner en duda qué iba a ser de mi vida. Hice un pare y me dediqué a investigar sobre el juego. Entendí que lo único que nos mantiene pegados de la vida, es querer llegar a algún lugar y que nuestra existencia es en esencia un juego, un mundo de posibilidades donde interpretamos a uno o varios personajes. Aplica para todo: el amor, la política, los negocios y el trabajo. De hecho, en la vida laboral es importante reconocernos como seres creativos para producir desde lo que somos. Me lo tomé muy en serio y formulé, hace seis años, la metodología CUATROC.  

Ese nuevo propósito de vida me llevó a crear junto con mis compañeros en CUATROC juegos como el “Yo soy”, en el que los participantes se conectan con su nostalgia creativa y al sensibilizarse con el pasado, construyen futuro. 

Con él, se crea clima organizacional, se conocen áreas que nunca han interactuado, se tienen conversaciones pendientes 

Hemos jugado en Bancolombia, ISA, Sura, Proantioquia, Argos, IES públicas y privadas; empresas que se dieron la oportunidad de pensar distinto y de jugar en el trabajo para fortalecer el relacionamiento creativo, mejorar indicadores de ventas, recoger saberes de vida con jubilados, trabajar en prospectiva e incluso decidir dónde hacer inversiones entre muchas otras posibilidades.    

El juego entonces ha estado en mi vida como individuo, pero también he visto su potencia creativa y productiva en las empresas. Deberíamos dejarnos llevar más por él y verlo como una herramienta poderosa y al mismo tiempo divertida.  

¿En tu empresa les gusta jugar?

¿Jugamos? Sí, #juguemos, nos invita a reconocernos y ser más creativos. 

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