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La flor de la planta snapdragon, o boca de dragón, es muy particular: se llama así porque quienes saben cómo tomarla con sus manos, hacen la mímica de un grito de dragón uniendo los pétalos, seguido de un “¡ahhh, con razón!”, de quienes ven con sus propios ojos un asunto mágico.

Lina y Olga sí que saben de la coquetería de las snapdragon, pero también de la de los crisantemos y los matsumotos. En medio del frío que se cuela entre los abrigos en las madrugadas del Oriente antioqueño o del calor apabullador de cuando el sol asoma y parte el cielo al medio día, estas dos mujeres trabajan con el festín de aromas y el colorido propio de un cultivo de flores.

Cada una rumbo a la materialización de sus propios sueños, un camino que se hace mucho más fácil andar gracias a que tienen empleo –digno, retador e inspirador–; gracias a que su empresa confió en la fuerza laboral que aportan las mujeres a cualquier organización.

Lina, 40 mil razones para habitar el campo

Lina Marcela Echavarría, ingeniera agrícola de la Universidad Nacional de Colombia, lo hizo al revés. Sí, porque mientras muchos jóvenes del campo van a las grandes ciudades a encontrar empleo, ella se fue al campo a trabajar, porque el aire que se respira allí, en medio del verdor, es distinto: la motiva, la recarga de energías.

Todo empezó cuando llegó la hora de hacer sus prácticas profesionales, el momento de la verdad para conectarse con el campo. Flores El Trigal resultó siendo esa oportunidad de aprendizaje, pero también la excusa para irse a vivir a Rionegro, para cambiar de despertares y anocheceres.

Una experiencia que le enseñó del mundo de las flores, de esa extraña fascinación de los humanos por atrapar la belleza de ese ser vivo que existe para darle color a la vida.

Al momento de decir “adiós”, todos quedaron con ganas de más, ella y su empresa. Por eso, a través del Servicio de empleo Comfama, Lina accedió al programa 40 Mil Primeros Empleos, del Gobierno Nacional, y fue contratada por su empresa, pero ya como profesional, como esa joven con ganas de comerse el mundo, al que ya le dio su primera mordida.

Ahora, Lina es fundamental en control de calidad y distintos procesos de la organización, un gana-gana entre ambas partes, porque mientras ella aprende, enseña a sus compañeros sobre lo que aprendió recientemente en la academia, pero también de la pasión que corre por sus venas a la hora de mencionar la palabra “campo”.

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Cipa 2017 Flores Campo Mujeres Comfama Capitalismo consciente
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