Una mala nutrición y la falta de acceso a educación durante los primeros siete años de vida puede ocasionar que los niños crezcan con 15 puntos menos de coeficiente intelectual. La Fundación Carla Cristina trabaja para evitarlo.
Corría el 1962 y Carla Cristina fue la primera hija de la familia Fernández. Cuando tenía tres años se quejó de un dolor muy fuerte y cuando la llevaron al médico las noticias fueron negativas: tenía un tumor y le quedaban dos meses de vida.
La angustia se apoderó de la familia, en especial de sus papás, Guillermo y Elisa Fernández, quienes experimentaron la frustración de no poder hacer absolutamente nada por un ser amado.
Desafortunadamente, Carla murió. Elisa buscó varias formas de afrontar su pérdida, una de ellas fue empezar a conversar con Solina Gallego tía de Carla Cristina y directora del preescolar La Casa de su Niño, donde había estudiado, hablaban acerca de ella y sus recuerdos.
Esa amistad dio pie a que un día Solina invitara a Elisa a un censo de niños en etapa preescolar para diagnosticar el estado de la primera infancia en Medellín, era en el barrio Belén, allí interactuaron con niños abandonados y malnutridos, que a pesar de tener cinco años de edad parecían de tres.
Y es que según datos de la OEA y el Banco Mundial la desnutrición en la primera infancia hace que los niños crezcan con hasta 15 puntos menos de coeficiente intelectual, que quienes gozan de una alimentación adecuada.
Aunque en aquel entonces Elisa no tenía esa información, sí sintió dos cosas ese día: vio a Carla en el rostro de cada uno de esos niños y también se sintió inspirada por Solina, quien creía firmemente en que su misión de vida era trabajar para que todos los niños pudieran acceder a una educación y nutrición adecuadas. Desde su jardín infantil ella hacía lo que podía, sin rendirse, aunque sabía que su impacto aún era minúsculo.
Esa noche, Elisa, conmovida, le contó su experiencia a Guillermo, la conversación desembocó en varias preguntas: ¿podían hacer algo para ayudar?, ¿podía ser esa una forma de honrar la vida de su hija?, ¿tenían cómo ayudar a mejorar la vida de otros niños en Medellín? Esa noche no llegaron las respuestas, aún había mucho dolor, ese mismo que, con los días, se convirtió en el impulso de una decisión: crearían, con la ayuda de Solina una fundación que promoviera el acceso de niños a educación, alimentación de calidad y acompañamiento socio emocional durante sus primeros siete años de vida.
Con la idea consolidada, faltaba pasar a la acción. Para conseguir el lote y para la construcción de la casa fueron sumándose aliados: Elisa vendió sus joyas, Solina hizo un préstamo y las profesoras de La Casa de su niño, algunos padres de familia y jóvenes trabajaron voluntariamente con obreros calificados del barrio durante varios domingos para asentar los cimientos y levantar los muros de la que en 1963 sería la Fundación Carla Cristina.
Empezaron con 30 niños de distintos barrios de Medellín, a quienes educaban y alimentaban; algunos llegaban de hogares donde lo tenían todo, mientras otros no tenían nada. Siete años después ya había 1500 estudiantes.
Crecieron cada vez más. El trabajo disciplinado hizo que pasaran de una a diez sedes y que, de un grupo pequeño de maestras, pasaran a ser más de 300 profesionales en psicología, pedagogía y nutrición.
A veces la muerte de uno es el origen de la vida de los otros. Carla, esa presencia fugaz, que por solo tres años compartió su vida con nosotros, al morir se convirtió en tierra fértil para que germinara Carla Cristina, una fundación que con 60 años promueve el acceso de 220 mil familias y niños a un «buen comienzo».
Como adulto, ¿qué hago?
Lo primordial es que ayudes a hacer consciencia acerca de lo importantes que son los primeros años de vida para el desarrollo cerebral de un niño. Otra alternativa es ser benefactor en la Fundación Carla Cristina.
¿Haces algo para mejorar los primeros años de los niños que te rodean?
#ParaLosNiñosyNiñas… debemos garantizar educación y alimento en los primeros años
Según datos de Unicef el desarrollo deficiente del niño en la primera infancia puede acarrear pérdidas económicas para un país.
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